Pensamiento sobre “Los Planetas: Venus” de Gustav Holst
De menos a más, la melodía inspira paz, una quietud que es seducida a un vals sutil de instrumentos de viento y un arpa juguetona. Pero sin perder su atractivo de pasividad y ligereza. Tal vez se vislumbra esperanza o una curiosidad por conocer, algo que invita a ir más allá; pero una invitación amigable, sin riesgos, alegre. Una invitación pura y sincera.
Recuerda a un bosque por la mañana, en una aparente soledad que no es así. Los rayos del sol entran entre las copas de los árboles bañando con su luz poco a poco al piso del bosque, a las piedras y a la vegetación que crece junto a las raíces de los árboles.
El frío de la noche que cubría la zona, como una sábana pesada sobre las hojas de las plantas y la humedad del aire, es sustituida por chorros de luz que calientan pequeños dibujos formados sobre toda superficie. Creciendo conforme avanza el tiempo, dichas proyecciones brillantes, parece que se escurrieran como de una fuente no líquida, productos de la luz penetrante a través de la espesura de los grandes sombreros de los árboles, que bailando al son de la brisa, como si se alegraran de que la mañana llegara a saludarles, cantan una canción a coro, con pequeñas voces que invaden todo el bosque, brindando a todo que tenga la suerte de escuchar su canto matinal, una melodía sabrosa, como el sonido de las olas rompiendo contra la playa.